Porqué defender la Fiesta Brava. Parte II.
La prohibición constitucional al maltrato animal se origina porque México ocupa el tercer lugar en el mundo en este tema, el primero en Latinoamérica. Son maltratados 7 de cada 10 animales domésticos: no se les alimenta, abandona, agrede. Entre 2020 y 2022 en CDMX atendieron 17 600 reportes de maltrato animal, ninguno fue contra un toro de lidia, no son domésticos ni se consume su carne, factores bases de crueldad y maltrato animal. La Fiesta Brava como maltrato animal no es representativa del problema.
Un día prohibirán símbolos católicos, Cristo crucificado será apología de tortura, María del patriarcado. Derrumbarán monumentos, cambiaran nombres ¿estoy exagerando? Milei desmanteló la protección a la mujer en Argentina, Trump persigue como Hitler a inmigrantes.
La Fiesta Brava, con sabor español, aristocrático, explica mejor su prohibición, que el maltrato animal. Proscrita será ejemplo de sincretismo, como la religión, nuestra comida, hablar, pensar; nuestro emblemático Juicio de Amparo. El Estado Mexicano, con excepciones, siempre tuvo reserva legal de autorización, la tratamos en el orden jurídico como fenómeno especial. Postura histórica fue su tolerancia.
Invocar derechos humanos como respaldo a la intolerancia es incorrecto. Los sistemas de derechos humanos no son operaciones matemáticas ni se aplican e interpretan en clave intolerante, siempre se ha aceptado que deben adaptarse a la cosmovisión de cada país. España tolera la Fiesta Brava y es ejemplo democrático, de respeto derechos humanos. Cuando Picasso pintó el Guernica, usó la cultura como última esperanza para los españoles devastados: pintó un Toro dando aliento a una madre con su hijo muerto en brazos. Sincretismo religioso, primitivo, atávico, pero salvador, integrador ante la barbarie.
Tolerable es aquello que no aceptamos cuando hay buenas razones para tolerarlo. A diferencia de otros maltratos animales, la Fiesta Brava no genera ni promueve violencia, no es espectáculo de apuestas. Entre empresarios los hay sólo por pasión. Para la afición es un culto productor de historia, pintura, poesía, teatro, música. Un drama de la antigüedad que venera al Toro de lidia. Taurinos expresan alto amor a los toros, un respeto, por extraño que suene, se exterioriza con cualquier suerte que lastime en forma impropia al animal.
Una ceremonia antigua con protocolos estrictos, un Juez que la protege. Simboliza danzas, rituales, cuida estética, ritmo, fusión de sangre humana con lo indomable. Espectáculo que reproduce vida, sufrimiento, muerte. Cada estocada, puntillazo al Toro interroga: el sufrimiento debe concluir de inmediato. Nadie ríe, la Fiesta Brava exige respeto, admiración al Toro.
Los aficionados son sujetos cultos, comparten historias familiares, padre, tío, abuelo, madre, abuela gustaban de la Fiesta; es la plaza un reencuentro, ciclo permanente y protegido en un culto impactante traducido en infinidad de metáforas. No conozco a ningún taurófilo que disfrute el maltrato animal y no vea algo trascendente en la Fiesta.
Los ambientalistas dirán que romantizo la crueldad. Se equivocan, describo una realidad, que con respeto entiendo pero no comparto. Mi argumento es que el maltrato animal de la Fiesta Brava no representa al complejo problema de la crueldad humana. Tolerar la Fiesta Brava deriva de buenas razones, sin pasión podemos armonizar historia, límites, sentido y alcance del orden jurídico. El principio es no generalizar, priorizar tolerancia como cimiento social. Esto es difícil cuando en principio algo es inaceptable, pero la razón matiza, particulariza, obliga a reconocer con generosidad las razones del otro.
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